domingo, 10 de octubre de 2010

Desde el 4º piso




Para Marilin Astudillo.

Desde el 4º piso puedo ver lo que ocurre en los patios del edificio de enfrente, supongo que allí funcionan oficinas, eso por los embalajes que se acopian contra los muros y el traficar indiferente de tarde en tarde de unos hombres vestidos con uniformes de guardias .
La muchacha es delgada, lleva casi siempre el pelo sujeto en la nuca.
Todos los días de Lunes a Viernes durante el año, con execpión de los días festivos y las vacaciones, ella sale al patio con una bolsa y desde allí va sacando y depositando montoncitos de alimento que distribuye en los bordes sobresalientes de las cajas vacías.
Las cajas son amontonadas en la madrugada, en la tarde una mujer las desarma y se las entregada a un hombre que ingresa con un triciclo y que luego se marcha con una gran torre de cartones aplastados calle abajo.
Cuando la muchacha distribuye el alimento, aparecen los gatos: rondan entre sus piernas, arquéan sus lomos olfateando complacidos las porciones que devoran con deleite.
Ella no sabe que yo la observo, que aveces soy un gato más asustado por su retraso repentino, por la posible privación de su rito, esa cuota de amor válida entre tantos golpes de espalda, apretones de manos y halagos de abalorio y hojalata.

jueves, 7 de octubre de 2010

DETALLE


La ventana está cubierta hasta la mitad con una planta de nalca; sus hojas gigantescas como un paraguas, se iluminan por el sol que reciben en la mañana, el verde es un estallido estrepitoso, bordado por nervaduras resistentes, cruza sobre ellas una lagartija y su sombra es un negativo en el envés de la gran hoja. El tiempo se encapsula y me quedo detenida en una postal de la infancia; escuchando llover bajo sus hojas un aguacero ronco, un idioma que me habla como si yo fuera parte de ese refugio esmeralda.
Me entristece haberlo olvidado, como tantas cosas que se fueron empequeñeciendo hasta tener el tamaño irreal de los objetos que tuvieron dimensiones extraordinarias y ciertas.
Entonces mi cabeza no pasaba del borde de la mesa.
Regreso y más allá del jade sustentado por tallos pulposos y resistentes, el magnolio despliega su desenfado de árbol magnífico, copado de tulipas rosas. Ese es otro detalle encapsulado.