sábado, 30 de julio de 2011

Cuenta gotas


Lo veo despedirse, la historia retrocede en voz baja, atrás se quedan los lugares que caen desde sus labios como en cuenta gotas con sus respectivas anécdotas.

La tarde huele a leña, a colonia inglesa, a vapores homeopáticos.

Mi mano juega con los flecos de la manta que cubre sus piernas, la luz de un día anciano se cuela por los vidrios y resalta sus pómulos, su mirar cansado, sus manos acarician al gato y le susurra palabras cariñosas, como si le hablase a un niño pequeño; el animal antes de entrar maulló lastimosamente tras los vidrios entonces él me dijo:

-déjalo que entre, viene a saludarme-

El gato saltó hasta la cama, le clavó las medias lunas oscuras de su mirada resaltando entre sus brocales de oro y se acercó hasta el borde de la sábana estirando sus patas en espera del roce afectuoso sobre el menguante de su lomo.

Los tres somos una imagen familiar cotidiana, si alguien no supiera lo que ocurre nos vería en una de nuestras rutinas; sólo que el gato no debe acercarse, que pronto serán las siete de la tarde y entonces comenzaré a sacar desde una cajita los pequeños frascos blancos y contaré diez gotas de cada uno que caerán en el agua de un vaso, serán cien gotas, cien círculos diminutos sobre el agua.

La noche traerá un sueño pesado. Tal vez el último y al fin podré llorar a solas sobre la almohada.