domingo, 16 de enero de 2011

2185


Lanzó una piedra y reconoció, entre la tupida vegetación, ese sonido hueco que se mantenía suspenso y seguía agudizándose, vibrando, para finalmente extinguirse entre la flora que lo rodeaba, siempre ocurría lo mismo con algunos de esos montículos de formas extrañas y fantásticas, al ser golpeados conservaban por un largo instante su sonido de roncos metales.

La noche caería pronto, apuró el paso con su carga de leña sobre los hombros, escuchó aullar a los lobos azules y se introdujo en la caverna.

El viejo hechicero frente al fogón relataba las historias de sus dioses, escuchó que decía:

-” ellos vinieron enfundados en gigantescos animales que caminaban sobre el agua sin hundirse, hablaban con voces de truenos y lanzaban llamaradas, ellos nos trajeron el fuego”-

Luego, cuando la luna mojó las piedras de la entrada, el chamán les tocó en la frente con sus bífidas extremidades verdes. Enseguida los invitó a descansar y a soñar, ellos se acurrucaron enrollados en sus rabos, junto a la tibieza que desprendía sus lenguas suavemente desde las orillas de la hoguera.

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