martes, 30 de noviembre de 2010

ENVEJECER


¿Qué habrán visto ellas con el correr del tiempo? tal vez:


Niños en la vereda saltando en un pie, jugando a golpear una latita brincando a la rayuela

Mudanzas trasladando el equipaje de los sueños

La lluvia en invierno, golpeteando sus uñas en los adoquines y los vidrios

El paso de los caballos en la madrugada, expulsando como un velo su aliento

Los perros arqueando sus lomos desperezándose de la siesta

Nidos construyéndose en las encumbradas barandas de la primavera

La milagrosa llegada del cartero

Las noches de verano tachonadas de estrellas y aire tibio

Las despedida sin regreso.


Así quisiera, al igual que ellas, envejecer contigo.

domingo, 28 de noviembre de 2010

ENSAYO PARA UNA ISLA INCIERTA FINAL


La hora más triste finalmente ha llegado, es tiempo de marcharse.

Sacamos el equipaje, la casa se cierra, bajamos hasta el borde del río, desde la distancia el contempla la fachada y me consulta:

-¿Qué color crees qué combinaría con el tono de los muros oye?-

El matiz de la casa es de un amarillo pálido, se me imagina que podría armonizar con un verde oliva, y trato de encontrar entre toda la gama vegetal que nos circunda un ejemplo de este viso, no lo encuentro y de pronto descubro que siempre ha estado presente, Él lo lleva en sus ojos:

-eso es afirmo-

Como si hablase al viento, mientras me detengo en su mirada,

entonces murmuro:

-Sólo debes solicitar la pintura del color de tus ojos-

Sonríe, su mano revuelve mi cabello.

Nos situamos bajo la sombra de un árbol, los perros presienten su alejamiento, y dan frenéticas carreras, giros alrededor nuestro. Descubro que una pequeña palmera se ha quebrado y luce sus brotes vencidos, busco algo con que sostenerla y finalmente la ayudo a mantenerse erguida rodeándola con un trozo de plástico, mientras esperamos por un pasajero, él que finalmente decide no venir con nosotros, en el intertanto, recogemos unos clavos que están desperdigados en el terreno producto de una construcción abandonada; es un hacer algo por llenar un vacío, como una pausa de silencio antes de que se avecine una tormenta.

La correntada del río ha bajado y la embarcación, descansa sobre la arena. Él realiza un gran esfuerzo para girarla y poco a poco consigue introducirla en el agua, trasladamos los bultos en silencio, no puedo hablar, (es tan desagradable ese malestar que se me asienta en la garganta) agradezco el paisaje con el que intento sujetarme, para evitar la fuga y la nostalgia de los brazos que me rodearon de noche.

Me dice:

- Regresaremos por un sitio distinto, para que conozcas otros lugares-

Y es así como abandonamos la isla, internándonos en sentido contrario y me aparto del sitio, sacándome al menos una carga, no guardar el recuerdo perdiéndose en la distancia, del lugar donde he sido feliz, una vez más procuro como de costumbre no volver la vista atrás, escucho apagarse los ladridos.(ahora cuando la distancia es tan amplia pienso que hubiese sido mejor, en vez de buscar clavos, volcar la cantidad de dulzura que de tanta me lastimaba)

Una garza nos acompaña durante un largo trecho frente a la proa, como un guía indicándonos la ruta, es un delgado brazo del río, que corre entre la fronda, el maneja de pié la lancha avistando desde la distancia los troncos que arrastra la corriente, esquivando la parsimonia de los camalotes.

De pronto surge el gran río, y la velocidad se hace enorme, pasamos sobre el oleaje que provocan las naves de cabotaje, el viento agita nuestros cabellos la ciudad se nos viene encima con su verdad despiadada.

Su mano anuda una cuerda, toma la mía y en silencio descendemos.

sábado, 27 de noviembre de 2010

ENSAYO PARA UNA ISLA INCIERTA VI


La isla entre la bruma amanece de amarillo, todo se divide bajo el índice solar. El canto de los pájaros madrugadores revienta su jolgorio y se esparce desde el pajonal, hasta las orillas.

Él camina por la casa, prepara desayuno. Lo veo circular entre las cosas con una facilidad que me sorprende, casi como si apenas las rozara, me da la sensación de que esto también le ocurre con la vida misma. Pero algo no coincide, algo ronda en su corazón, es más, hay una muesca que se traba, algo no permite el fluir.

¿Acaso este oficio de restaurar, de saber como funciona la fragilidad de la miseria humana, el despojo del alma, el dolor que se transforma en enloquecimiento, porque resulta imposible brincarlo, lo ha transformado? … veo cruzar sombras oscuras por su frente y su risa linda se apaga despacito.

Una vez más me descentra con esa ternura de ofrecerme trocitos de pan, no estoy acostumbrada a comer de ese modo. (pienso, en como se me harían necesarias esas amabilidades y el sólo hecho de perderlas me lastimaría), pongo distancia…y ahora compruebo, al recordarlo, que no puse la suficiente.

Caminamos por la isla, nos internamos, al borde del pajonal, me muestra el sello de una pezuña de ciervo rojo, viven escondidos entre la floresta y el humedal, a veces cruzan los senderos; esos que se le han robado al bosque y que prontamente si no son traficados, se pierden sumergidos entre la vegetación, que se asemeja a un ser vivo, parece respirar y extender sus verdes dedos, avanzando voraz segundo tras segundo, imperturbable al machete que intenta ganar terreno.

Rodeamos la isla, me regala una pluma de pavita de monte,es lo único que conservo, como prueba tangible de lo vivido, y tal vez sea ella, la que me permite escribir esta realidad sin que la invente como un sueño.

En un extremo de la isla me muestra, un naranjo, y dice:

_Ese es tu naranjo, oye, _

y lo señala. Es un naranjo que persiste y antes de venir, me ha hablado de él como si ese fuese “mi naranjo”, y así lo había sentido, pero el tiempo vuela y no puedo acercarme, apenas diviso lo que habrían sido las hojas y los brotes de “mi naranjo”.

(La hoja de copihue que recogí en la mañana, para Él antes de partir al aeropuerto, y que le mostré como lo más importante que traía para obsequiarle sigue intacta en mi agenda de borrador. Comprimir mil años en un segundo es imposible.)

Mis ojos se detienen en su tatuaje de la cruz de Euskadi, se supone que es el poder del sol , contra las tinieblas, desearía besarlo, pero me detengo.

Le sigo como lo hacen las mujeres de mi pueblo arriba, allá en Lonquimay, mirando sus talones. Soberanía agazapada, soy la protectora de la vida, lo disimulo, me sé Matriarca.

viernes, 26 de noviembre de 2010

ENSAYO PARA UNA ISLA INCIERTA V



La casa navega siguiendo el canto embrujado del silencio.

Su amor me vulnera, me deja indefensa, se adueña de mis cuadernas, busca el abra propicio donde amainan los vientos, y me ama de tal forma que siento que ama en mi a todas las mujeres donde buscó mi impronta. Es una feroz travesía para llegar al final de ésta que soy yo, tan de él, que se asusta del modo en que su nave bornea imantada al ancla de mis huesos.

Lo escucho respirar dormido, bajo la conjunción de los astros más propicios y me sumo a su ritmo, mientras beso su espalda, y acaricio su pelo; lo presiento tranquilo y hago el intento de separarme para que siga navegando en lo que intuyo, es el mejor de sus sueños

Alzo suavemente mi mano que descansa en su pecho, y desde algún lugar remoto, su voz me dice:

-“no te sueltes, no te alejes me siento tan seguro “-

Entonces vuelvo a sostener su vida, su respiración retoma el cauce, mientras lloro sin que él lo sepa…me duele el aire. Mañana dejaremos el Delta.

Mi sueño se arropa bajo el más antiguo de los robles. Nuestras vidas, están liadas a una misma raíz. El árbol de los celtas, será otro misterio entre nosotros.


continua....

ENSAYO PARA UNA ISLA INCIERTA IV


El día repliega su alto crepitar de girasoles y la noche hace su entrada en el Delta desplegando su tapicería de índigos y esparciendo discreta sus alhajas.

Él Navegante, llama a los perros: estos se alborotan, corren, le rodean con su amor de bestias humildes atentas a su mandato, buscan la tosca ternura de su mano sobre sus lomos, o el juego de abrir sus hocicos, distinguiéndolos con frases de cariño, circulan a su lado felices; La noche, un sendero que cruzamos con linterna.

Las chicharras ocultan el susurro del río, una luz cruza sobre el agua y como una diapositiva difusa, la cabina de una nave se proyecta entre las sombras, las luciérnagas salpican con sus cerillas fosforescentes la hirsuta cabellera del bosque.

Él, pasa junto a mí y suele decir cosas como estas: - “Vamos a encender las luces, oye”- , -“Pondremos música, oye”- Hay en su forma de conectarse conmigo algo de anacrónico, como si todo estuviese dicho de antemano, como si yo, todo lo diese por sabido, como si durante cuarenta años yo hubiese andado a su costado…y yo lo dejo hacer, soy incapaz de solicitar su abrazo, incapaz de decir:

-“ sostenme, tengo miedo de mañana…tengo tanto miedo de mañana”-

Nos sentamos bajo las estrellas, estamos atados por la radio que nos regala canciones pasadas de moda, al finalizar las transmisiones, nos refugiamos en la tibieza de una casa que conserva la fiebre solar del medio día.


continua...

jueves, 25 de noviembre de 2010

ENSAYO PARA UNA ISLA INCIERTA III


Él existe, ya no es el héroe, no es el príncipe que cayó tendido de cara al polvo, llorado por un padre y un pueblo enloquecido.

Ahora es el dueño de los vientos, de la estrella loca despeinada, es el reparador de brújulas, el restaurador de mecanismos inconexos.

Estamos dentro del agua, al lado de los juncales, él alza su mano y saluda al hombre triste de la embarcación que cruza, levantando un suave oleaje, el hombre repite el gesto como al revés de un espejo, me comenta:

“- es el hombre que perdió a su nieto en el río-”

lo miro hasta que se pierde tras la curva y pienso en una piedra, en un quedarse de piedra con el corazón roto, debo hacer un gran esfuerzo para volver a la realidad.

El agua desliza su rastro de sigilo luminoso sobre sus hombros morenos. Pequeños peces besan mis tobillos, me acerco hasta que su boca, roza mis labios, sonríe o tal vez lo imagino, sus ojos son la comarca del musgo donde mi corazón permanece atolondrado, repitiendo con fascinación el ritmo de antaño, atrapado el día noveno del mes de octubre desprendido del calendario de 1968.

Me retiro voy con la opulencia de una gota de oro a punto de desbordarse, doliéndome placentera y hundo mi rostro en el agua sombría.

Sabina surge desde un transistor, tal vez de la orilla opuesta:

…”como quien viaja a bordo

de un barco enloquecido,

que viene de la noche y va a ninguna parte,

así mis pies descienden la cuesta del olvido

fatigados de tanto andar sin encontrarte…”

Uno de los perros lame mi mejilla. No fui la hija del rey de Tebas.


continuará....

miércoles, 24 de noviembre de 2010

ENSAYO PARA UNA ISLA INCIERTA II



Ingreso en la postal, para poder acertar en los detalles, antes que la bruma del tiempo los empavone.

Él detiene la lancha bajo los árboles, el agua es un sueño de lodo suave.

Hunde una estaca en el fango para sostener al muelle vencido, me saluda con la mano en alto, tal vez a sonreido, no me doy cuenta, la distancia y el sol cansado no me lo permiten.

Me duele esta apostadora de tabas, yo la maga de las cosas inservibles.

Se acerca la nave del comercio flotante, cargada con los enseres que permiten vivir sin tener que transportarse en una barca para llegar al pueblo más cercano, se detiene frente al desembarcadero, son hombres alegres, de voces llanas, se parecen a los juglares recitando lo que ocurre entre los habitantes del río, son como bulliciosos pájaros intercambiando noticias.

Siento que estoy en tierra de nadie, es más, imagino que los dos somos extranjeros de nosotros.

Tiemblo, mi temblor lo ha engendrado con su sed de reminiscencias, alumbradas por el olivar de sus ojos en los mios. Espero en el terraplén un milagro, una sonrisa, un llamado imposible, me dedico a transportar las compras, las ovejas corren ahuyentadas por los perros, levantando un fino polvillo que se suspende iluminado por el sol que se va encogiendo y me envuelve como una crisálida.

El diminuto bosque de bambúes cimbra sus cañas, la floresta mece su aglutinada hojarasca, el lucero se alza en el trapecio.

Él es una criatura melancólica, sin más amparo que su furia, un facón y las cinco letras de mi nombre, que las usa para ver florecer los aromos a orillas del Bio Bio, soy su patria, casi lo único que le queda, la única raíz que persiste.


continuará......


martes, 23 de noviembre de 2010

ENSAYO PARA UNA ISLA INCIERTA I


Le dije presumiendo:

-"Soy terca como la ventisca, imprescindible como cuchilla, a veces no regreso".-

Es extraño perdurar estando tan lejana, oír aún el ruido sordo de los motores remontando el río, ver las verdes islas migratorias de los camalotes con sus corolas lilas, la nave de cabotaje abandonada en la orilla, con su jardín salvaje en la cubierta, repleta de raíces en la sentina.

Al desembarcar, sólo los perros y el silencio nos acompañaban.

Subimos por una escala de madera y entramos a la casa de adobe.

La vivienda era muy sombría, tenía un frescor agradable, era una pausa entre el calor de diciembre fermentando anhelos, él removió la sal del cajón donde se conservaba la carne, sacó un trozo y lo mordió aprobando su sabor, luego se detuvo y observó un boceto desteñido que colgaba inclinado en el muro de la habitación, después abrió una ventana, empujó unos postigos y la vida, como una postal, se detuvo en el verdor amarillento de la floresta, en el diminuto bosque de bambúes, en ese paisaje siempre rodeado por un aura de oro, esa que le otorgaban los vilanos, los cuales iluminados por el sol, revoloteaban en un baile infinito.

Alguien cruzó silbando por el río, los insectos pespuntaban la tarde con sus zumbidos. Me besó hundiendo su mano en mi pelo y mi nombre cayó de su boca a mi oído ataviado de agua y deseo.

La casa era hermosa a fuerza de ser triste; creo que en ella se vivían las luciérnagas, las vi salir de allí por las noches.

Yo también voy escrita en este paisaje, pero no conservo pruebas, la gente sólo cree en las fotografías.

Yo soy la nodriza loca de los sueños antiquísimos y Él es un sueño irremplazable de mis sueños.


continuará....